Te abro la puerta; me besas, te beso. Un abrazo, ahora otro beso. Me acaricias la espalda, me lames el cuello y me dices preciosa. Enredando nuestros brazos andamos lentamente por el pasillo hasta llegar al comedor. Siguen los besos. Siento como me muerdes el cuello y tu lengua danza por mi cuerpo lentamente... y se me eriza la piel. Tu mano acaricia mi pecho, tus labios recorren mi vientre. Las mariposas que viven en mí tienen ganas de estallar.
Ahora me quitas la ropa con los dientes, me besas, me abrazas. Me miras. Un te quiero ha salido sin querer de mis labios. Ay... dulce amor, que me dominas. Tu boca es pasión; sigue mordiendo, besando, lamiendo. No pares. Cierro los ojos, y me dejo llevar. Basta.
Te tumbo, te beso, te abrazo, te lamo. Bajo a tu corazón, le beso... y sigo bajando. Me sobra ese cinturón que siempre está ahí, lentamente lo desabrocho, te miro y te digo te quiero. Otra vez el amor, que me domina. ¿Y ese pantalón? Te queda bien, pero sin él estás aún mejor. Te beso, te muerdo, te lamo.
Y subo a tu boca de nuevo, te muerdo los labios, los beso y saboreo pasión. De repente me muevo frente a ti, mirando tu cara, ahora de placer. Cabalgo sobre tu cuerpo, el que me enamora, el que me transforma, el que me eriza la piel. Me desmelenas, me vuelves loca.
Hazme gritar, amor. No pares.
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